Comentarios sobre el pintor Carlos Sotomayor Román. por: Vicente Huidobro (poeta y escritor chileno)
Publicado en Revista PRO, Santiago de Chile, 1934

¿Por qué razón a las formas creadas por la naturaleza se les concede carta de ciudadanía en la realidad y por qué razón a las formas creadas por el arte no se les concede carta de ciudadanía en la realidad? Si yo pinto un hombre, un animal, un árbol, una montaña , se dirá que hago arte concreto. Si yo pinto formas que no tienen un significado inmediato en la naturaleza, se dirá que yo hago arte abstracto. Sin embargo, ningún arte es abstracto, pues esas formas creadas por el artista existen en sí, son objeto de arte después que él las ha creado y por lo tanto son concretas, aunque en su origen puedan venir de una abstracción. Las formas de la naturaleza también pueden tener su primer origen en algo no concretizado en formas, como por ejemplo en la nebulosa o en un universo en estado gaseoso, lo que no impide que luego se realizaran en cuerpos y formas sólidas y pasaran a tomar categoría de cuerpos reales. Si se niega su realidad a un objeto de arte porque no imita directamente las realidades de la naturaleza, también habría que negar esta realidad a cualquier objeto creado por el hombre, vgr. al automóvil, porque no se parece al caballo. Este problema de la realidad o no realidad de las obras no imitativas es un problema absurdo y debe darse ya por terminado. Una obra de arte que es una creación del hombre, es más obra de arte que aquella que es una imitación del hombre. Una vez aclarado este problema y aceptado este principio que todo el mundo debe admitir, de que las formas del arte son formas del espíritu, ya podemos penetrar con paso seguro, en el campo del arte actual. Ya se han despejado las razones que podrían perturbar nuestro juicio. Nos queda el problema del sentido humano. Queremos humanidad. Bien. Cuando una obra está perfectamente construída es humana, es decir puede satisfacer nuestras más severas exigencias humanas. No olvidemos que si el corazón pide humanidad, el intelecto pide construcción. Y todo está resuelto, pues hemos dicho con el gran filósofo griego: que no pase esta puerta el que no sea geómetra. Ahora contemplemos estos cuadros de Carlos Sotomayor, contemplémoslos sin prejuicios, sin mal espíritu, es decir sin espíritu torcido y sin los fantasmas de nuestra mala educación. Sotomayor es un pintor constructivo. Lo primero que resalta en su pintura es la preocupación de la construcción, una preocupación seria, constante, que podría llegar hasta la tortura. Esta preocupación angustiada suele alcanzar un patético extraordinario. No olvidemos el caso de Juan Gris. El patético que nace de esas preocupaciones y esfuerzos de los constructores es de una calidad harto más elevada que el que nace de la simple anécdota o de los despojos de naufragios flotando en los mares de un falso subconsciente, de un subconsciente cocinado en modos demasiado sistemáticos para ser auténticos. Carlos Sotomayor plantea su cuadro y trata de resolverlo como el árbol trata de resolver sus equilibrios y sus formas para permanecer en pie ante los ojos de sus admiradores. Y es sólo el propio vivir de cada cuál lo que prueba su verdad. Las formas son justas, los colores no rebasan y el frote de esas formas y esos colores es lo que produce la chispa lírica que nos sacude y que hace que el objeto sea arte y no otra cosa. Hay una necesidad anti-romántica en la obra de Sotomayor. Este pintor rechaza las fantasías en nombre del absoluto que significan las formas plásticas y realiza con su pintura el cielo de las venganzas- ese sitio en donde el espíritu crea su mundo especial y se venga de haber sido esclavo tantos siglos. Los que han estudiado la Historia Natural en los artistas de ayer, deberán estudiar mañana la Historia Espiritual en los artistas de hoy.
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